Un fin de semana en el Matarraña: agua, pueblos preciosos y una espectacular ruta de pasarelas entre cañones
De Valderrobres a Calaceite, del parrizal de Beceite al salto de la Portellada. Si buscas una escapada fácil para el próximo fin de semana, esta comarca de Teruel merece la pena.
Jemma Markham es británica. Lleva en España más de treinta años. Y junto a su marido, Piers Dutton, fallecido en 2013, creó un proyecto de turismo rural que cambió seguramente la historia de la comarca del Matarraña, en Teruel. Encontraron una casa de campo del siglo XV en estado de ruina, pero rodeada de campos de cultivo, bosque y un río. Se enamoraron de aquel lugar perdido en una provincia con malas conexiones y fuera de los circuitos turísticos. La Torre del Visco, hotel con encanto y restaurante gastronómico, se convirtió en una referencia, quizá en el principio de todo. Poco a poco, el Matarraña empezó a sonar.
Ha pasado mucho tiempo. Un día, el alumbrado de Navidad de Valderrobres salió en la tele. Otro día empezaron a publicarse artículos en internet en los que se bautizaba esta comarca como 'la Toscana española'. Seguramente era puro 'clickbait', ese truco para llamar la atención con el que los periodistas han desprestigiado su profesión. Sin embargo, algo de cierto había en el ardid. Pueblos bonitos, olivos, casas con encanto, como la que recuperaron Jemma y Piers. Una ‘toscana’ próxima. Y pasó el tiempo. Y algunos arquitectos -Christian Bourdais y Eva Albarrán- construyeron aquí casas de diseño fotogénicas y lujosas, como 'Solo Office', que parece un ovni en mitad de la campiña [https://solo-houses.com/].
Matarraña, al cabo, encontró su lugar en el mapa y en el radar de muchos viajeros. Como Teruel, la provincia que tuvo que recordarnos que existe. Incluso podríamos decir que está de moda. Una tarde cualquiera de un fin de semana de mayo las terrazas de Valderrobres están llenas de prejubilados en buena forma que han venido con sus bicis o con su uniforme de campo para recorrer las rutas cercanas. Hay muchas. Algunas más fáciles. Otras más largas. Incluso hay sitios para aparcar el coche en la puerta, como en el Salto de la Portellada, una cascada de veinte metros de altura que en algunos momentos -ahora, por ejemplo- rebosa y pide una foto.
Y es que esta primavera, tras muchas semanas de lluvias, es un buen momento para ir a ese salto (casi sin compañía a mediodía de un viernes) o para recorrer el Parrizal de Beceite, una ruta para hacer a pie que remonta el curso del río Matarraña hasta su cabecera. Son 8 km ida y vuelta, con una zona de aparcamiento que se puede reservar 'online' [https://www.beceite.es], para evitar las aglomeraciones, y un sendero que en muchos tramos está 'alfombrado' con pasarelas de madera, para salvar los tramos más difíciles. En verano escasea el agua, pero ahora el discurrir del río suena como una melodía. Con suerte se puede ver un mirlo acuático, un martín pescador o una lavandera. Nos dicen que es uno de los ecosistemas fluviales de régimen mediterráneo mejor conservados de Europa.
Los caminantes descubren un paisaje abrumador, siempre junto al Matarraña, rodeados de pinos, de plantas más curiosas como la grasilla, y de formaciones rocosas. El agua está tan limpia que puede verse hasta el último canto del lecho, incluso en las pozas más profundas. Tienta un baño, pero está prohibido. Es un paseo bastante asequible, aunque hay quien pregunta varias veces cuánto queda. En total (ida y vuelta) hay que calcular tres horas, pero todo depende de las paradas que hagamos para beber o para hacer una foto. Eso sí, que nadie se rinda a mitad de camino, porque el tramo final es de una belleza mayúscula.
Ese tramo final es el de los Estrets del parrissal, un cañón de 1,5 metros de ancho y 200 metros de largo, con paredes de 60 metros de alto. Allí las pozas de agua son más profundas y solo las pasarelas nos recuerdan que estamos en un lugar 'domesticado', asequible para casi cualquier senderista, soberbio en cualquier caso. Y estos días, lleno de agua. "Tengo unos amigos que han venido varias veces y siempre lo han visto más seco", afirma una turista satisfecha por el éxito de su escapada.
El parrizal de Beceite basta como excusa para acercarse un día al Matarraña. Y sin gastar demasiado. Hay turismo de lujo aquí, claro. La Torre del Visco es un buen ejemplo. Pero hay terrazas donde cenar por 20-30 euros, tomar una cerveza por dos, descansar en un ‘hostel’ en una habitación doble, con baño independiente y terraza amplia sobre el río por 60 euros [https://hostelvalderrobres.com/], y disfrutar de unos cuantos pueblos que se quedan a vivir en los ojos de quien los ve, Conjuntos de Interés Histórico Artístico: Ráfales, Calaceite, Valderrobres, La Fresneda, Beceite.
La comarca tiene una arquitectura medieval notable. La ruta gótica -edificios construidos entre el XIV y el XV- merece una ruta propia. En Calaceite cuentan que la eclosión de la arquitectura de la que hoy disfrutan los turistas -aquí, los fines de semana, ya llegan autobuses y algún que otro 'freetour' ruidoso, con altavoces que en otros lugares prohíben- se produjo a lo largo del s. XVIII y principios del XIX, fruto de la prosperidad económica del cultivo del olivo. En La Fresneda está el 'Matarraña' [ww.restaurantematarranya.com/], un buen restaurante de precio razonable (30-40 euros) para saborear la gastronomía local. Y el puente medieval de piedra de la entrada a Valderrobres, sobre el río Matarraña, nos confirma que estamos en uno de los pueblos más bonitos de España.
Junto al puente está la Casa Consistorial, del siglo XVI. Y allá arriba, en la parte superior de la colina y del pueblo, se aprecia la silueta de la iglesia -Santa María la Mayor- unida a la del castillo-palacio (siglo XIV), conjunto visitable (8 euros). Entre el puente y el conjunto del castillo y la iglesia hay un entramado de callejuelas en cuesta, con una pendiente apreciable, un bellísimo casco histórico, declarado Bien de Interés Cultural. Cada casa y cada recodo merecen una parada, y no hay que dejar de levantar la cabeza para observar esos inconfundibles gallineros reconvertidos en terrazas bucólicas.
Esta puede ser una primera 'cata' en la comarca del Matarraña. La primera visita a los pueblos, a una ruta inolvidable, a las carreteras solitarias. Un fin de semana a años luz de la ciudad. Con gente, pero no mucha gente. Un lugar para ir ahora, cuando abunda el agua, antes de que llegue la solanera del verano.